miércoles, 27 de julio de 2011

Me quito el sombrero.

He estado buscando información acerca de los campos energéticos humanos. Especialmente, las formas que la ciencia ha ideado para medirlos u observarlos. Por azares googleísticos, he terminado en un blog que, dentro del vasto mundo de los blogs místico-espirituales, destaca por su calidad.

Estructurado en tres "etapas": mundo antiguo, catarsis, y mundo nuevo, desarrolla numerosos temas sobre crecimiento personal y re-descubrimiento del significado de nuestra existencia.

Desde este modesto blog, no pretendo sentar cátedra ni orientar mis observaciones hacia una tendencia concreta. Pienso que es mejor permanecer abiertos de mente y oídos, y asimilar lo que nos llega con prudencia y equilibrio. Por lo tanto, pienso admitir en este blog todo tipo de influencias, enmarcarlo en diferentes fuentes de religiosidad, hacerlo receptivo a orientaciones espirituales diversas.
Pero reconozco que me superan ciertas aventuras místico-folklóricas, llenas de tópicos visuales y lingüísticos, que desvían la atención, al menos la mía, de los temas a tratar.

En cambio, este blog parece hecho con la filosofía contraria. Rezuma sobriedad, y a la vez no se limita a hacer un copiaypega de cualquier tema que pille por la red. No sé si creeré en todo lo que dice, pero seguro que lo seguiré.

http://www.unaredhumana.com/

sábado, 23 de julio de 2011

Lo del Libro tiene miga.

Intentar escribir el Propio Libro es una metáfora, evidentemente. Significa lo mismo que trazar el propio camino al andar. Pero me lo he tomado como un ejercicio que debo hacer, como una disciplina más de las que uno debe plantearse en su vida. He empezado a recopilar material en pocas semanas, llevada por impulsos, y relacionando unas cosas con otras. Tengo en la mesa del comedor una pila de libros, y una serie de revistas monográficas, además de los apuntes de mis cursillos de Energía.
Cuento con añadir algo de mi cosecha en cada línea, en cada párrafo. Y cuento con NO terminarlo del todo, no cerrar sus pàginas hasta la vejez ( espero que muy lejana), cuando tal vez ya no tenga más que añadir, o las manos y la vista no me acompañen.
Espero sazonarlo con viajes, experiencias, amistades y más lecturas. Y las voces de los demás: conferencias, charlas, películas....
Lo imagino como una especie de patchwork a la antigua usanza de los colonos norteamericanos, que empezaban una colcha o tapiz, añadiendo motivos relacionados con etapas de sus vidas, en una labor que no me imagino cuándo terminaba.
Este libro tal vez no lo lea nadie, pero contendrá la expresión formal de todo aquello que no sabemos expresar. Las palabras siempre se quedan cortas. Los hechos, no se pueden escribir, sino vivir.
Un libro y un camino. esta asociación de ideas me recuerda a alguien...

Dejo la entrada publicada, pero incompleta. Me gustaría ir introduciendo las fuentes externas, enlaces, o bibliografía que voy usando para ello. Así que... lo dejamos parado.
... continuará...

martes, 19 de julio de 2011

Viajes y apego.

Todos los viajes tienen algo de simbólico, dicen.

No puedo imaginar qué de simbólico podía tener aquella situación, mirando aburrida por la ventanilla, las piernas encajadas en el respaldo del asiento delantero, e intentando silenciar con el volumen de mis auriculares los ronquidos de un pasajero del otro lado del pasillo.
para lo de mis piernas, estaba de suerte: el autocar iba medio vacío, y disponía de los dos asientos para reclinarme ladeada, y cruzar las piernas mirando al pasillo. Me llamó la atención antes de subir, que el modelo era nuevo, parece que la compañía va invirtiendo. El logo del fabricante, fue otra sorpresa (¿¿Tata??¿ La compañía india también fabrica autobuses?...serán también de bajo coste... ). Por supuesto, la estatura media de los indios, debe de ser diez cm. menos que los europeos. Si hubiera delante un viajero con intenciones de recostarse a dormir, me hubiera aprisionado el fémur de tal forma que habría podido partírmelo con la presión.


Iban pasando ante mis ojos colinas de tierra rojiza y reseca, moteadas de matorral. De repente, un montículo cubierto de árboles de copas redondas, apretadas, que asemejaban copos de algodón verde. Si bajaba la vista, se iban sucediendo velozmente los distintos tonos de gris del asfato, ahora veteado, agrietado, o manchado. En los márgenes de la autovía, la tecnología del cemento no puede evitar que crezcan pequeños arbustos y matas, rompiendo la capa dura de la carretera.


Tengo puesto el reproductor en modo aleatorio, pero cada una de las canciones acierta en algo. Eso mismo le pasa al protagonista de Guardianes de la noche, la trilogía.. pero ése es otro tema...
A mi lado, de la bolsa de viaje abierta, asoma un paquete de Filipinos blancos, casi terminado, la botella del agua, y dos libros comprados en la estación , antes de salir.
Pienso en mis vacaciones. Dentro de mi bolso, en un folio doblado con minuciosidad llevo anotados los localizadores y códigos de las reservas del vuelo y del hotel.Faltan dos meses aún, pero ya me parece sentir la paz y el descanso que me esperan.

(no he podido encontrar acceso al vídeo en youtube por los canales habituales)

En este momento, sin motivo aparente, (tal vez motivada por las lecturas de que he ojeado al salir, sobre Reiki, Tai Chi...), me viene a la cabeza el concepto de apego. Un amigo usa esa expresión a menudo, y estoy un rato reflexionando sobre ella. No tengo otra cosa que hacer. Es ahora, al encontrar el trozo de papel en que empecé a describir mi viaje sobre la marcha ( y nunca mejor dicho ), cuando decido terminar la reflexión sobre ello.

Según el diccionario, apego significa "Afición o inclinación hacia alguien o algo". Me parece pobre la definición. Apego es el substantivo de apegar (generar apego), así que busco la palabra pegar, mucho más fructífera en significados.

(Del lat. picāre).

1. tr. Adherir una cosa con otra.

2. tr. Unir o juntar una cosa con otra, atándola, cosiéndola o encadenándola con ella.

3. tr. Arrimar o aplicar una cosa a otra, de modo que entre las dos no quede espacio alguno.

4. tr. Dicho de una persona: Comunicar a otra algo por el contacto, por el trato, y especialmente vicios o enfermedades contagiosas.

5. tr. Castigar o maltratar a alguien con golpes.

8. tr. Dicho de una planta: arraigar (echar raíces).

9. intr. Dicho de una cosa: Tener efecto o hacer impresión en el ánimo.

10. intr. Dicho de una cosa: Armonizar con otra.

11. intr. Dicho de una cosa: Estar próxima o contigua a otra.

12. intr. Dar o tropezar en algo con fuerte impulso.

13. intr. Realizar una acción con decisión y esfuerzo.

14. intr. Dicho de una cosa: Asirse o unirse por su naturaleza a otra, de modo que sea dificultoso separarlas.

21. prnl. Dicho de un guiso: Quemarse por haberse adherido a la olla, cazuela, etc., alguna parte sólida de lo que cuece.

22. prnl. Dicho de una persona: Introducirse o agregarse a donde no es llamada o no tiene motivo para ello.

23. prnl. Dicho de una cosa: Insinuarse en el ánimo, de modo que produzca en él complacencia o afición.

24. prnl. Aficionarse o inclinarse mucho a algo, de modo que sea muy difícil dejarlo o separarse de ello.

pegársele a alguien algo.

1. loc. verb. coloq. Sacar utilidad de lo que maneja o trata.


2. loc. verb. coloq. Quedar perjudicado en el manejo de los intereses ajenos.

Vamos, que si de apego se trata, y nos vamos al origen del término, encuentro algo más que "afecto o inclinación". Me habla de adherir o unir de forma que no quede espacio entre dos cosas (o dos personas, o personas y cosas o personas y aficiones, o...). Me habla de sacar utilidad o quedar perjudicado, de contagiar , de tropezar, castigar o maltratar, pero también de decisión, esfuerzo, contacto, trato, echar raíces, armonizar. Ideas opuestas, en extremos, acerca de lo bueno y lo malo de desarrollar apego.

Llevado al equilibrio, el apego nos da fuerza y una base sólida para no caernos ni perdernos, pero quedar adheridos no es la mejor manera de desarrollarnos; no deja espacio entre el objeto de nuestro apego y nosotros. No hay aire para respirar. Es más, también nos hace vulnerables a que alguien saque partido de nuestra inmovilidad. Un apego extremo no nos permite desear nada más, ni buscar en otras direcciones, nos paraliza. Aunque un grado de apego que nos permita crecer sin perder de vista las raíces, es lo que nos da estabilidad.

En la raíz del apego está el miedo, es evidente. Miedo a lo desconocido, a la pérdida (de nuestros bienes materiales, de nuestro nivel de vida, de nuestros seres queridos). Hay quien rompe con todo y es capaz de irse a una montaña, a un desierto, y vivir en un estado de total aislamiento con el mundo material. hay quien considera que esto no es propio de un ser humano normal, porque rompe con el equilibrio individuo-sociedad.
No pretendo yo decidir cuál de las dos posturas es la correcta, porque en cuanto a conducta humana y vida social, hay muchos mundos...
Me apetece entender la vinculación del apego con el miedo. El temor guía nuestros actos mucho más de lo que creemos. Pero no sólo el miedo a perder lo que nos ha sido dado, sino también aperder aquello que nosotros mismos hemos creado: nuestras propias expectativas, nuestros recuerdos, nuestros propósitos... Aunque se trate de situaciones que no son perfectas, que no han salido como esperamos, o no estemos en el camino de llegar a ellas, por lo menos, son entornos conocidos, lugares cómodos, en los que nos hemos instalado. Salir de ellos es arriesgarse (otra vez), no reconocer el camino, y acabamos escudándonos en esquemas fáciles de recorrer con la mente.
Será por eso que se valora mucho más tocar con los pies en el suelo, que volar y estar en las nubes. Será por eso que viajar es un forma de cultivar un cierto desapego.

Mi viaje terrestre llegó a su fin sin incidencias reseñables, pero con el firme propósito de empezar este blog, y desde entonces, no he parado de encontrar temas un poco relacionados entre sí, que se hilvanan sucesivamente... habrá que dejarse fluir...

¿Tu también estás en crisis?

Acabo de recibir en el correo un power point acerca de la crisis. es un texto de Jorge Carvajal. Bueno, por partes, eso es lo que dice el remitente, pero nunca me fío de las supuestas autorías de los cientos de pps poético-filosóficos que recibo. La mayoría de las veces, se usa como reclamo el prestigio de alguien conocido, y si cuela, cuela.

Busco a Jorge Carvajal en google (hay que usar las mismas armas), y encuentro a un candidato bastante ajustado al perfil.

Luce en la pared de su concurrido consultorio de Medellín el título de cirujano, pero el prefiere presentarse como “carpintero de la conciencia”. Para el doctor Carvajal la bioenergética es aquella medicina que deja de ver al hombre como un “fósil molecular” y comienza a observarlo como un “ser de luz”. No distingue entre medicina, conciencia y espiritualidad, pero se trata de una miopía valiente e intencionada.

Pregona en los congresos de médicos que el cuerpo y el alma están estrechamente unidos y en los seminarios atiborrados de gente que la ciencia del servicio es la ciencia más sagrada. Para este poeta, psicólogo, inventor, cirujano…, la enfermedad
es el espejo en el que se mira nuestra conciencia.


Prestigioso médico de renombre mundial, el doctor Jorge Carvajal se dedica desde hace décadas a la investigación y desarrollo de terapias encuadradas en el ámbito de la Bioenergética. Terapias en las que utiliza láseres de baja frecuencia para desbloquear y reequilibrar los centros energéticos a través del sistema retículo-endotelial favoreciendo así la conexión celular. Un método tan poco conocido por la comunidad médica como efectivo. Pero lo que más destaca de este excepcional filósofo de la Medicina que un día se hizo cirujano es la filosofía que sobre la vida, el hombre, el mundo, el universo y, por ende, la Medicina, posee.


Sintergética es el término que ha elegido el Dr. Jorge Carvajal para denominar su propuesta de sabiduría y salud. Deri
va de la bioenergética y engloba todos los sistemas terapéuticos que trabajan con la energía, por tanto, esta propuesta incluye las medicinas y filosofías de oriente y occidente.

Decido, pues, darle algo de credibilidad al mensaje del power que recibo.
especialmente porque habla de la crisis. Todo el mundo habla de la crisis. Pero el mensaje que me envían se refiere a cómo entran en crisis otros valores personales y espirituales, y cómo deberíamos actuar para aprovechar las oportunidades que una crisis nos da.

Hace muchos años, compré un libro que está descatalogado, aunque aquí lo veo a la venta:
Se trata de El Pe
queño Libro de las Crisis, de Sally-Anne Lipson. Pocas páginas, poco texto, unos cuantos conceptos claros, y una idea principal, hoy en día bastante asentada, pero que en su momento fue un gran descubrimiento: una crisis es un regalo. En este enlace hay una pequeña muestra del texto, que no del diseño real: http://www.slideshare.net/maysamamar/el-pequeo-libro-de-las-crisis



Lo curioso es que, en estos tiempos en que lo oriental lleva de moda muchos años, se da la coincidencia de que en chino (o en japonés, según las fuentes), el signo que se usaría para la idea de "crisis" , está formado por los ideogramas de "peligro" y "cambio".

Podéis encontrar el texto íntegro de mis diapositivas de Jorge Carvajal en estos enlaces:




lunes, 18 de julio de 2011

Cuatro.

Situado en el centro.
Equilibrio y mediación.
O medianía.
O proximidad a todo.

El poder del vínculo,
el color del poder
de la vida que renace
cada primavera.

La mitad de ocho.
Ocho es el infinito si lo giras.
Ocho son los pasos que di
para volver a ser quien soy.
Siete más uno.
Seis más dos.
Cinco más tres.
Los extremos se acercan
y se compensan
hasta llegar a Cuatro.

Nunca me inspiró el cuatro,
ni el concepto, ni el aspecto.
Siete me gusta más,
y si me apuras, uno.
O tres. Pero no cuatro.

Y sin embargo, el cuadrado,
el rombo, la cruz, la pirámide
de planta cuadrada, el rectángulo
y el asimétrico trapecio irregular,
todos ellos son cuatros.

La silla y la mesa
donde me siento.
Mis extremidades.
Las esquinas del papel
o de la pantalla donde escribo.

Así que hoy,
una tarde soleada,
viendo el muro verde intenso
por la ventana,
en un cuarto verde
(que no cuatro verde),
hay movida en ese punto.

Lágrimas en tus ojos
que no palidecen
el verde intenso.
Pero tus ojos se hacen más verdes
que pardos.

Dos cuatros juntos
forman un ocho.
Pero si los pones de lado
no son las dos mitades del infinito.
Tu sí.
Las tienes en tu cuatro.
Por eso sientes
los aleteos de una mariposa
en el otro extremo
del mundo.

Tu centro, el centro,
mi centro, todos marcan
el paso de lo importante.
(letra de una canción de Caníbala: todos mis círculos buscan tu centro).
Salgo a la calle,
a buscar el aleteo
en círculos.
Yo también quiero
saber
qué números debo sumar hoy.

Una caja de pinturas.



Una de las cosas que más alegría e ilusión me provocaba cuando niña, era el regalo de una caja de pinturas. Lo habitual era una cajita de seis, sencilla y básica para colorear cualquier cuaderno en una tarde con los abuelos.
Para menesteres más serios, iba la de doce. Había que cuidarla y mantenerla con esmero, porque no se prodigaba tanto la providencia con ellas. Por supuesto, nada de dejar que los lapiceros rodasen y se perdieran entre los huecos que aparecían al ir utilizando un color aquí y otro allá. Yo intentaba mantener la alineación lo más firmemente posible, y si algún díscolo lápiz o un error los mezclaban, ahí estaba yo para reconducir la situación ipso facto.
Con los años (no muchos) y posiblemente por la presión del mercado de la competencia "de luxe", apareció un estuche de 24, y metálico. No recuerdo si tuve alguno de ésos, posiblemente era de los que le regalaban a mi hermano. Me gustaría pensar que si tuve una lata con lápices de colores, fue de otra marca, y como lujo sibarita, o por envidia al ver a mis compañeras escolares desplegar con parsimonia aquel abanico de posibilidades cromáticas.
Me gustaría pensar que cuando necesité alimento , bienes de consumo para lo cotidiano, fui siempre a por la caja de cartulina, la de siempre, la pequeña y planita caja, apenas caja, poco más que un plano.
Un año, como regalo de Reyes, ya casi adolescente, me enamoré de algo casi impensable por innecesario. Pero los caprichos del corazón de colores, no atienden a la lógica. Total, que durante décadas he guardado al menos la caja de "eskay" acolchado en donde venían DOCE rotuladores Edding 3000, esos gordos, de punta de fieltro enorme, y olorosa tinta. Con esos rotuladores, colorear se convertía en una serie de posibilidades infinitas: rellenar a lo libre, ir perfilando desde el contorno hasta el interior, en sucesivos trazados pegados uno a otro, o rellenar a base de líneas horizontales, oblicuas, juntas una a otra, viendo cómo se creaba masa a partir del vacío.

Pasa la vida, y bien sea estuches de acuarelas en pastilla, o en tubo (otro lujo impensable), cajitas de pinturas acrílicas, muestrarios de cortinas y tapicerías, la gama Pantone, o la estantería de los tintes Iberia, el color, sus variaciones, correlaciones, combinaciones, manifestaciones o emanaciones, han ejercido en mí un efecto variado e intenso. Me he sumergido en los intensos púrpuras y morados, o en los fucsias jugosos, o en los azules sedantes, rojos envolventes, grises, negros, amarillos, blancos y matices del blanco... Luz descompuesta, frecuencias, vibraciones. Frío,calor, armonía, contraste, amplitud, recogimiento, símbolo, diversión....

Me han regalado una caja de pinturas. La semana pasada. No de las de mi niñez: una caja de tubos de pintura acrílica, y una colección de pinceles de diferentes grosores y acabados. Alguien lo vio, y pensó en mí, e intuyó la alegría imparable que me produce aunque sólo sea verlas en su molde de plástico, reposando, inquietas y nerviosas por todo lo que encierran. Algo por descubrir. Y acertó.

A veces, cuesta empezar el estuche, trazar la primera línea, gastar mina. Mojar la pastilla de acuarela y empezar a deshacer la impecable forma con la que la veo. Frotar con las ceras, y notar cómo se deforman ligeramente entre mis dedos. Dejan de ser lo que eran y cómo eran en cuanto empiezan a dar aquello para lo que fueron creadas. Empiezan a envejecer desde el primer contacto con su medio natural. Es por eso que, en ocasiones, una prefiere comprarse una cajita de seis, que usar la magnífica colección de treinta y seis colores franceses, que se hace eterna en la mesa del dormitorio, para que siempre dure la ilusión del primer día que la abre.

Cuando usas y gastas tus pinturas, cuando dejas que te sirvan, te estás poniendo a prueba. Lo que haces, sea con el material sencillo como con el mejor del mundo, el resultado depende de tí, te refleja o te delata. Incluso, si lo haces bien, te desnuda.
Y terminas, lógicamente, desnudo y con un montón de tubos espachurrados y sucios que ya ni encajan en su envase, gastados, exhaustos.
Siempre encontraremos la mirada reprobatoria, o el desdén de quien , ante los restos de nuestra caja de pinturas, menee la cabeza como lamentándose de su triste fin para unos resultados tan.... (aquí empieza a volar nuestra imaginación...).

Yo,por si acaso, voy a empezar cualquier día con mis pinturas nuevas. Manchar, apretarlas, gastar, probar y ensuciarlo todo hasta que nos hayamos dicho todo, ellas y yo. Es imposible, y además, absurdo, pretender preservarlas del deterioro. Aunque no se usen, se secan. Se cuartean, o se pudren. La vida no se detiene, y siempre nos alcanza. Por lo menos, que nos pille a todo color.


http://hamletelloco.blogspot.com/2011/07/una-caja-de-pinturas.html


El Libro propio.


El detonante de este nacimiento bloguero ha sido la compra de dos libros. En una tienda-kiosko-chuches-souvenirs, de ésas que nos esperan en las áreas de servicio, llenas de objetos repentinamente imprescindibles, de soluciones de última hora, y todo tipo de oferta literaria, topé con una portada en el estante. Al coger ése ejemplar, la portada que había justo detrás, también llamó mi atención, y a pesar de no necesitarlos para nada, me los llevé.
El tema de dichos libros, es lo de menos en este caso: uno sobre Reiki y otro sobre Tai Chi. Y la reputación de los autores o lo amenos que pudieran ser, tampoco fueron significativos para la cuestión que nos ocupa. Pero terminaron de acercar las piezas que llevaban tiempo intentando fraguar en mi interior, y decidí, tal y como me dijeron una vez, escribir mi propio libro. No para los demás, no. Pues no sirve de nada intentar transplantar la experiencia de cada uno. No para enseñar, o compartir, pues es imposible. Pero sí por necesidad personal de reflejar lo que aprendo. Unir y ensamblar ladrillos de conocimiento, de sabiduría. Tomar perspectiva y ver qué figura sale al unir los puntos.

A los demás, se les puede dar a leer. Y poco más. Al menos, en el terreno del crecimiento personal, espiritualidad, etc... aunque por poca que sea la aportación de cualquier manual de autoayuda, de crecimiento, tratado sobre energías, sobre el amor universal, ... el objetivo único asumible es que despierte algo en quien lo lee. Un resorte que despierte el interés, que el lector o lectora reconozca , como si viera su propia imagen en una ráfaga, pasando ante un escaparate, algo de lo que allí se habla. ese instante mágico en que nos preguntamos si realmente estamos dejando pasar algo importante y decisivo.

Tal vez, eso nos lleve algún día a escribir, cerrando ciclos, nuestro propio libro.